viernes, 13 de agosto de 2010
















Angelillo de Uixó, paisajes de su tierra en Benicató.

Mirando desde cualquier punto un poco elevado en el Valle de Uixó en dirección a la que mandaba postrarse no hace mucho desde el minarete llamando a la oración el legitimo ascendiente de todos los habitantes del pueblo, con la excepción de algún pequeño grupo humano descendiente de la raza judía, admiraremos con monotonía en el fin del horizonte dos azules que se juntan indiscriminables: el del cielo y el del mar.
Antes de llegar a esa lucha de azules donde termina la visión hallará la pupila un valle verdeante de naranjos que se extiende sobre la tierra a modo de alfombra donde no existe la roca, la piedra, el montículo, la loma; solo una mancha plana verde entre montaña y mar.
Esta tierra dedicada al monocultivo ruinosos del naranjo de forma obcecada muestra ante que gentes nos encontramos:
Campesinos cuyas producciones son robadas por el intermediario y de forma conformista, estúpida y resignada sus mentes les aconsejan continuar con el cultivo del naranjo sin que se les ocurra cambiar de cultivo.
A nuestro agricultor no le importa arruinarse, trabaja con pesimismo tradicional diciendo:
si va mal y antes iba bien ! que le vamos a hacer!
Entre estos campos fértiles que labora Angelillo con la energía y el coraje militante de la persona anti capitalista y anti sistema de extrema izquierda radical, dotada por ello de fuerzas e intelecto superiores, es premiado su esfuerzo, su constancia y su voluntad con paisajes idílicos para su infinita dicha y el de las buenas gentes que piensan como él.
El territorio conservado aun de esa plaga humana comparable a la de la langostas, los llamados turistas que acampan muy cerca, pero desconocen por fortuna el lugar.
Angelillo libre de estos horteras trasladados por las mafias turistas y los señores del ladrillo a los pisos caros de primera linea de mar, construidos con el sudor de inmigrantes explotados, saltándose el cacique empresario las leyes medioambientales, robando los espacios a la naturaleza y que se alzan como una monstruosidad abominable solo concebida por un ser inmundo hediondo, corrompido, cruel , vicioso llamado: burgués capitalista.
Ésta criatura cuya adaptación al sistema se debe a la desafección que tiene a la existencia nuestro depresivo y conformista pueblo.
Visible son desde los campos de Benicató esas torres del babel modernas, apartamentos para turistas pijos y de mal gusto donde se alojan los castellanos carentes de mar junto con las razas nórdicas carente de sol como británicos, alemanes, daneses...
Benicató respira limpio de estos seres en un sueño de olvido que le dignifica.
Cerca del campo de Angelillo se encuentra la villa romana también llamada de Benicató.
Saqueada y expoliada desde hace más de un siglo por nuestras gentes morunas que presumen ante las ruinas de romanos enseñándonos un cabello rubio como prueba inequívoca de que descienden de Caligulas y Nerones, y no de Abencerrajes.
Aun así, tanta nobleza de la que presumen no les sirve para respetar los tesoros que dejaron sus supuestos ascendentes, ni tampoco ayudan mucho los ayuntamientos del termino que se jactan de ser miembros de ese club de bribones llamado unión europea cuando se comportan como lo que son: reinos de taifas de los que proceden, y donde se olvidan de la protección del patrimonio y los ciudadanos.
Descansa pues al lado de la vía augusta la villa romana de Benicató encajonada entre campos de naranjos siendo pasto del tiempo.
De aquel imperio opresivo que hacia de los hombres libres esclavos, y supuso para las naciones antiguas un yugo, queda la vía augusta trazada recta como una flecha por el invasor romano convertido en héroe nacional.
Paralela se encuentra la senda del vicio y la degradación: el llamado caminas.
Camino repleto de prostitutas tratadas como animales, silbadas a su paso por los camioneros, coches, arrieros, ciclistas.
Éste ejercito de mujeres ataviado para el combate del día a días con tangas, medias, tacones, y sujetadores son tratadas de peor forma que las esclavas de la orgías romanas.
De pie echan raíces como los naranjos que tienen a su lado.
Bajo el sol de Agosto que abrasa sus curtidas pieles en las que encuentran desahogo a sus instintos animales la fauna salvaje masculina de nuestro pueblo, y bajo una luna blanca de Enero escarchera que hiela la sangre y deben calentar con hogueras para que fluya se hayan éstas mujeres.
Durante más de 20 kilómetros, 24 horas al día, y doce meses al año, se suceden los rostros de mujeres que a fuerza de forzarlas son más bien fardos humillados de carne prieta plantadas en una linea recta esperando a que las muevan.
Escondidas de los turistas y de la moral hipócrita de los pueblos donde no quieren verlas en público, en los campo de Benicató han encontrado lugar las mafias y silencio sus vidas.
Las chicas ocultas en tierra de nadie, entre naranjos, son visitadas por clientes mientras la abeja poliniza la flor del azahar y el águila vuela los campos persiguiendo su presa.
Envejecen prematuramente estas flores despreciadas por el polvo de los coches que pasan a escasos centímetros.
Los que paran las montan en furgonetas, motos o las escoltan a pie para introducirse en los primeros metros de un campo, y como lobos instintivos sin que nadie pueda acechar a las bestias entre los troncos a los que asen sus brazos los rostros de mujeres jóvenes que jadean y sudan con los movimientos groseros de los cuerpos forzados en incomodas posturas bajo las ramas del naranjo.
En la misma recta se muestra propaganda de la moral de la época franquista, alicatada en la pared del pozo de las animas.
Se trata de dibujos impresos en cerámica, un retablo ridículo e hipócrita de los mojigatos católicos.
En su despreciable moral que debemos repudiar y combatir se nos muestra dos tipos de muertes:
La del buen católico que muere junto a su hermana o mujer y el sacerdote cuya alma asciende a los cielo, y la del calavera mujeriego muerto en soledad y condenado al infierno.
Bajo esta escena pueril, infame y tergiversada de la muerte creada por la mente enferma de católicos y fascistas se agolpan día y noche dos o tres prostitutas. Sus clientes son la mayoría provincianos de misa, casados, padre de familia y algunos abuelos con nietos que se amanceban con ellas para después como buenos cristianos abandonarlas a los brazos de las mafias que las crucifican a bofetadas tras robarles las escasas ganancias ocultas entre la entrepierna.
! Así de piadoso se muestra el cristiano con el prójimo!
En la misma recta del caminas encontramos al pasar “el pou de les animes” búnkers que construyo el infame ejercito rebelde.
Se trata de varias fortificaciones diseñadas por dos ingenieros alemanes cuyos materiales principales son bordillos de acera.
Los campos de naranjos de ésta zona están sembrados de cadáveres de los valientes soldados republicanos: anarquista de generoso corazón, comunistas de nobles sentimientos, brigadistas internacionales de altruismo heroico.
Y fue en éste lugar, sobre todo en las próximas montañas de Vall d' uxió, donde tuvo gran victoria el valeroso ejercito republicano.
Desde los terrenos de Angelillo, abandonando la dirección norte de la vía augusta y el caminas , virando el caminante hacia el este entre acequias de turbias aguas cargadas de soledades y melancolía, croa la rana saltando cuando es alzada la trampilla y se vierten las oscuras aguas entre los floridos campos. Se huele el salitre del mar mientras se abre un extenso llano carente de arboles pareciendo el paisaje un viejo lago desecado.
Son los campos todavía por inundar de arrozales.
A pocos metros se muestra la marjal de aguas medio dulces, medio saladas, estancas y algo podridas, repletas de tiernos juncos que las retienen y donde las aves zancudas, los insectos y anfibios conviven y luchan.
Sobrevuela alegre y rauda la golondrina devorando el alimento que la naturaleza le regala.
Sobre todas estas aves, reina de los cielos, vuelan un par de águilas grandes de blancas alas moteadas de marrón que contrastan sobre el infinito azul del cielo.
En la parte que da la marjal con las fincas se encuentran troncos carcomidos, secos, anchos de unos chopos viejos deshojados, donde reposan las águilas ajenas al extranjero.
Se encuentran unas y otros a menos de 50 metros, pero las ignora el urbanita burgués desconocedor de otra cosa que no sean bares, chiriguitos, ocio y consumo.
No se acerca el turista de playa a la marjal ya que no comprende sus aguas muertas donde ninguna sombra se refleja, y le parece que en sus fangosas entrañas esconde pútridos cuerpos descompuestos.
Asoman al turista fantasmas de desventuras, quejas de trabajos indignos y ancestrales de gentes que allí vivieron entre barracas de cal y paja padeciendo de cólera, tuberculosis, anemias, diarreas y paludismo.
Tras la marjal saltando una acequia más grande que las comunes cuyas aguas ya se mezclan atravesando las dunas con las olas, y la blanca espuma se traga las aguas turbias, grumosas con hierbas y tierra que se van con el azul del mar, adentro.

Angelillo a sus campos.

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