La noche estrellada y fría caía lentamente cubriendo los
caminos.
El azadón al hombro
aún tenía las heridas en su filo cuando un campesino de Vall d´Uixó regresaba
cabizbajo a su casa sintiendo escalofríos en su cuerpo de lo que había hecho. A
su espalda, en las montañas oscuras tras el ocaso quedaba su crimen oculto a
todo el mundo. Cuando pasaba junto unos niños de texas que jugaban en un descampado
iluminado por farolas, la mirada del campesino A*** la arrastraba por el suelo
cargado con sus bolsas de verduras. Sabía que estaban esos niños allí por sus
voces. Poco a poco fue subiendo por la cuesta de San Antonio hasta llegar a su
casa donde dejó las bolsas. Tomó asiento en una silla de esparto junto la
chimenea. En la mesa había un vaso de agua que bebió de un sorbo al sentir la
garganta seca. Se conmovió su conciencia ante la presencia las bolsas. En
algunas asomaban por las asas las raíces de las plantas , lo que le provocaba
remordimientos de su crimen.
EL crimen, esa palabra que nos horroriza tan solo de
escucharla y de imaginarla; y el castigo, que necesitamos para tranquilizarnos.
Pero en ocasiones, el verdadero castigo es el crimen. En otras ocasiones, no
somos conscientes del verdadero crimen. Nos pasa desapercibido cuando nos
relatan un crimen sin que haya muerto un ser humano; y puede ser más trastornador e inquietante
este crimen sin muertos, que el cometido contra una persona o un grupo de
personas. Si hay un crimen que no se persigue y causa más muertes que todos los grupos terroristas del mundo
juntos, así como es responsable de las
guerras, el hambre, muchas enfermedades, esclavitud, y todos los males que
podamos imaginar:
es la propiedad privada.
El crimen cometido por este agricultor estaba causado por
este motivo.
Esa tarde, después de llegar de su trabajo como jardinero
recibió una inesperada llamada mientras preparaba la comida antes de ir a un
huerto que le había cedido un conocido. Este tenía un bancal abandonado junto una humilde
caseta donde iba algún que otro domingo.
Veras A***- le dijo el conocido y propietario del
terreno al campesino por el teléfono-
sobre el terreno que te cedí, ¿ te acuerdas?, en fin… he pensado que es mejor
que no vayas más… es que me apetece estar solo en la caseta, voy a subir más a
menudo y no quiero ver a nadie. ¿ comprendes?
Pero R***- comentó el campesino- tengo el huerto en plena
producción, está lleno de guisantes, habas, borrajas, acelgas… ¿ no puedo estar
allí hasta que termine su ciclo?
Con absoluto despreció le comentó el propietario- llévate si
quieres las plantas contigo.
A lo que el campesino,
que no daba crédito a lo que escuchaba
le contestó
¡ Pero como voy a llevarme las plantas de todo un huerto,
además, si están en plena producción!
Mira lo que quiero es que no vuelvas- de forma tajante y
seca termino la conversación el propietario.
EL campesino dejo el teléfono junto al plato de garbanzos
que humeaba, con las palabras grabadas a fuego por su mente sin comprender lo
que había pasado al propietario. Lo primero que pensó se lo dijo a si mismo en
voz alta el campesino .
Ah canalla R***, desde el principio lo tenías todo pensado,
cuando me dijiste un día que nos cruzamos y
te comenté que tenía problemas en un huerto que no paraban de robarme, al estar en un solar donde pasaba todo el
mundo, y me dijiste. “Hombre A*** yo tengo en las montañas una caseta que me he
comprado recientemente con unas tierras que llevan ni se sabe paradas. A mi las
tierras ni me gustas ni entiendo. No lo es lo mío. ¿ Por qué no las trabajas?
Allí no pasa nadie, tienes agua, y tierras. Te las arreglas y de paso me
vigilas la caseta. Yo solo subo los domingos” Y yo idiota de mi te di la mano.
La chocamos como si fuera nuestro contrato y así quedamos. Desde agosto he
estado preparando los terrenos, los goteos y la siembra. Ahora en enero que el
trabajo da su fruto con una buena producción de guisante, habas, acelgas,
lechugas, me das la patadas. Pero de eso nada compadre. Las tierras serán tuyas,
pero las plantas y su fruto son del sudor de mi frente que tu no vas disfrutar.
De este modo, algo trastornado, nuestro campesino cargó su pesado azadón al hombro y varias bolsas
decidido a cometer un crimen y un castigo
Al llegar y ver su preciosa huerta a lo lejos, sintió una
opresión en el corazón ante lo que iba a hacer. Bajo por el sendero recto,
despacio, inquieto. Miró la casa de su
compadre y pensó ante la duda por si aparecía ¿ qué hago si asoma? Lo
mato, o le pregunto primero por su cambio de opinión y su falta de palabra, y
después lo mato.
Conforme llegaba notó que no había nadie. Se metió en su
huerta , por un segundo se embriagó de vida con el frescor de las hortalizas.
Contempló con ternura como una gallina picoteaba en la tierra, a las abejas
yendo de flor en flor de las rabanicias que crecían salvajes en los bordes del
huerto. Se asombro del espectáculo de
las alargadas y estrechas flores blancas de las habas que le atrajeron
la atención. Están bien cargadas las jodidas -se dijo abriendo las matas con la
mano y contemplando con una sonrisa triunfal que los primeros días de enero ya
estaban dando frutos. Se veían por todas partes dentro de la mata habas largas.
Seré el primero en tener habas en toda Vall d´uixó - comentó orgulloso. Luego
recordó las palabras del propietario, y levantó la azada contra las habas.
Os mato contra mi voluntad hijas mías- les dijo a sus
plantas- pero fue a dar el golpe y paró .
No pudo cometer el crimen. tiró el
azadón lejos de él antes de que fuera a caer contra las plantas.- ¿ comprenderán lo que iba a hacer las abejas,
las habas, los guisantes ? ¿ qué culpa tienen estas plantas? ¿ Por qué ellas
han de pagar con su vida que el titulo de propiedad sea de R***? ¿ Y todo el trabajo que he hecho ha de quedar
en nada por no ser yo propietario?- se preguntó con verdadera angustia marxista
yendo a por el azadón.
No sabría deciros que más pensó este campesino en esos
segundos mientras iba a por el azadón. Seguramente se imaginó la risa del
propietario de él, también sentiría el
cariño hacia su trabajo, hacia unas plantas jóvenes y fuertes. Todo esto sin duda debieron debatirse no solo en su mente, sino también
su corazón antes de actuar. Mareado con el azadón en alto sin saber que hacer,
de repente con la mente nublada empezó a descargarlo contra las habas. Ya no
había marcha atrás, empezaron a saltar las plantas. No se escucha otra cosa que
a este campesino enloquecido dando golpes a su huerto mientras el sol se
escondía tras las montañas de Garrut dejando el cielo rojo como unas ascuas
mientras avanzaba la noche lentamente. Luego, tras asesinar su huerto, cargó el fruto de su crimen en bolsas, y se fue de allí sin volver la vista atrás pensando que el
verdadero crimen, el único que existe en el mundo es:
El de la propiedad.
Paz y bien.
Angelillo de Uixó.